Webs y demás cosas tiene el honor de tener la colaboración de Adaldrida.
Yo
pensaba que un smartphone era para siempre, como un diamante.
Os voy
a hablar En Abril cundió el pánico, ya que se rumoreó que Vodafone cerraba el grifo y dejaría de repartir teléfonos. Yo era la feliz poseedora de unos dos mil puntos y decidí canjearlos antes de la catástrofe. Como quería Wassap, me llevé un precioso Samsung Galaxy mini. Mi primo Rodrigo le instaló Viber. Hacía grandes fotos, ¡y era tan fácil navegar en él! Hasta le compré un par de fundas chulas en un local de la estación de autobuses de Madrid.
De repente, dos meses más tarde, comenzó a fallar la pantalla táctil. Ignoro qué poder oscuro emana de mi dedo índice, pero con él me cargo cualquier pantalla táctil que se encuentra en un radio razonable de acción. El Galaxy mini comenzó a fallar por el centro.
Y llegó el toque de gracia: andaba yo desmaquillando mis uñas, cuando sonó el ring bendito y yo, despreocupada de todo, fui a tomar el móvil con las uñas chorreando acetona... una traidora gota se escurrió hacia la pantalla... y OSCURIDAD TOTAL.
La acetona mató al móvil. El cristal se tintó, se volvió oscuro. Houston no respondía. Lo metí en un bote de arroz durante un día entero, pero el truquito solo sirve cuando es agua lo que ha empapado la máquina.
Lo
llevé a mi tienda amiga, la tienda de Vodafone más próxima. "Está mojado",
me anunciaron escuetamente. Pero no de agua, pensé yo para mis adentros. Y como
nada podía hacer, game is over, pues me dije, a por otro perrito piloto. Ya.
Ya no
tenía puntos. Y tengo permanencia hasta el 2014. Así que he regresado a mi
modesto Samsung Blue Earth, que se recarga con el sol y tiene una preciosa tonalidad
azul noche.
Estoy
pensando en enviar una sugerencia a Apple, para que si alguien le pregunta a
Siri, ¿quién es la usuaria de smartphone más torpe del mundo mundial?", la
asistente pueda responder: "Rocío Arana".
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